Nuestros pulmones son elásticos por eso, cuando
expulsamos el aire (espiración) vuelven a su posición inicial. Cuando
inspiramos, gracias al tórax y a músculos como el abdomen, el aire entra en los
pulmones por una diferencia de presión con la atmósfera, aumentan de tamaño,
y de ahí pasa a los alveolos y a la sangre. Sin embargo, si sólo
existiesen estos mecanismos nuestros pulmones pasarían la mayor parte del tiempo
colapsados, es decir, nos costaría mucho coger pequeñas cantidades de aire. Por
eso, tenemos una ayuda: el agente tensoactivo o surfactante pulmonar. Esta
sustancia la segregan cada poco tiempo, y por sí solos, los alveolos para que
tengamos que hacer menos esfuerzo y los pulmones “se estiren” más fácilmente al
coger aire. Cuando no hay suficiente agente tensoactivo, el organismo, de forma
automática, provoca que
bostecemos o suspiremos para
reponerlo. Pero, ¿qué tiene que ver esto con los bebés?
Los fetos no tienen respiración pulmonar
cuando están en la placenta, ni segregan cantidades suficientes de esta
sustancia, por eso, después del parto se da un momento crítico en el que el bebé realiza su primera
respiración, que tiene que ser muy fuerte para que los pulmones se
expandan casi sin ayuda (casi sin esta sustancia) y comience a respirar por sí
solo (y sobre todo, que no se vuelvan a retraer). Esto se refleja en forma de
llanto.
ESPERAMOS QUE OS HAYA
PARECIDO INTERESANTE
Interesante.
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